Esta entrada es una llamada desesperada de
auxilio, una llamada a la cordura y al buen gusto para liberar a mis atormentados ojos de las imágenes que ha tenido que soportar, sufrir y padecer en los últimos días.
Mentirme si es necesario, pero por favor, tenéis
que decirme, no, corrijo, necesito que me digáis, que la moda que se ha
instaurado desde hace unas semanas en Alemania con la llegada del frío no es
más que un sustituto invernal de la marca identificativa de los guiris.
Dada la más que imposibilidad de llevar
calcetines blancos subidos hasta las rodillas con chanclas negras de playa, han
modificado el atuendo en cuestión por gorros y bufandas.
Y tenéis que decirme,
que el hecho de que tales complementos tengan los colores y el emblema del
equipo de fútbol al que el alemán de turno es aficionado, no es más que una
evolución sin sentido alguno en el mal gusto del que son característicos los germanos.
Confirmarme que no me estoy volviendo loca y que
esta horterada e insulto a los ojos solo se ve en este país. Decirme que en
España todavía se sigue manteniendo la diferencia entre lo que uno puede
ponerse para salir a la calle y lo que no.
Porque lo que no es de recibo es ver a una
señora, que rondará los ochenta años, con una bufanda y un gorro calado hasta
las orejas del Borussia de Dortmund.
O grupos enteros de personas con bufandas de
todos los equipos posibles de la Bundesliga.
Sé que aquí las jornadas futboleras no son exactamente
iguales que en España y podría ser que se tratase de algún partido de la DFB
Pokal, el equivalente a la Copa del Rey.
Por eso acabé preguntando que si estos últimos
días se estaban jugando partidos de fútbol y por eso la existencia de todas
esas bufandas por la calle.
Dicen que la esperanza es lo último que se
pierde, así que esperé con ilusión y ansias una respuesta afirmativa a mi tan
preocupante cuestión.
Pero como no podía ser de otra forma, obtuve una
respuesta negativa. No había partido hasta dentro de tres días y la gente lleva
bufandas sin ninguna razón aparente.
Debe de haber alguna conexión en el cerebro de
los teutones que les produce algún tipo de daño en la aceptación y entendimiento
de que a pesar de lo mucho que te gusten ciertas prendas, no todo es
conjuntable, no todo pasa con todo y que sobre todo, no puedes ponértelo en
cualquier momento.
Y yo soy aficionada al fútbol, pero nunca jamás
se me ocurriría ponerme una bufanda del Madrid para salir a la calle un día
cualquiera, por mucho frío que haga.