23 de mayo de 2014

El pobre y el rico - Der Arme und der Reiche

Esto ocurrió hace muchos años, cuando el propio Dios todavía andaba en la tierra entre la gente normal. Una tarde durante su camino se dio cuenta que estaba muy cansado y la noche le cayó antes de que pudiese encontrar un albergue. En el camino se encontró dos casas una enfrente de la otra, una era grande y bonita, la otra era pequeña y tenía un aspecto bastante pobre. La grande pertenecía a una familia rica y la pequeña a un hombre pobre.
Nuestro Señor pensó: al rico no le resultaré molesto. Ahí quiero pasar la noche.
Cuando el hombre rico escuchó a alguien llamar a su puerta abrió la ventana y le preguntó al extraño que que buscaba allí.
El Señor respondió: le ruego por un alojamiento para esta noche.
El rico miró al forastero con ojo crítico desde la cabeza hasta los pies y ya que nuestro querido Dios llevaba un simple vestido y no parecía un hombre que tuviese mucho dinero en el bolsillo, el hombre negó con la cabeza y le dijo:
-No os puedo acoger, todas mis habitaciones están llenas de hierbas y semillas. Y si tuviese que dar cobijo a todo aquel que golpea mi puerta, yo mismo tendría que mendigar. Buscaos otro sitio donde quedaros.
Luego cerró la ventana y dejó en la calle a nuestro Señor.

Así que nuestro querido Dios dio la vuelta y se dirigió hacia la pequeña casa. Al poco de haber llamado a la puerta un pobre hombre abrió una puertecilla e invitó al forastero a entrar.
-Pasad la noche en mi casa – le dijo el hombre – Ya está muy oscuro y no podrá seguir caminando.
Esto le complació a nuestro querido Dios y entró en la casa.
La mujer del hombre le estrechó la mano, le dio la bienvenida y le dijo que se pusiese cómodo y se sintiese como en su casa. No tenían mucho, pero lo que tuviesen se lo darían con gusto de todo corazón.
Luego puso patatas al fuego y mientras estas se hacían ordeñó a la cabra para que así tuviesen un poco de leche fresca. Cuando la mesa estuvo puesta nuestro querido Señor se sentó con ellos y comió. La comida no era muy buena pero aún así le supo deliciosa.
Al acabar de comer y siendo hora de acostarse la mujer llamó a su marido.
-Escucha querido marido, esta noche deberíamos dormir en la paja y así el pobre forastero podrá acostarse en nuestra cama y descansar bien. Ha estado durante todo el día andando y estará muy cansado.
-Por supuesto, sin ningún problema – dijo el marido – se le ofreceré ahora mismo.
Así que fue hasta Dios y le ofreció la cama para que así pudiese relajarse debidamente.
Nuestro querido Señor no quería quitarle al matrimonio, que ya eran un poco mayores, su cama. Pero ellos insistieron hasta que él aceptó y se tumbó en el camastro. Luego ellos se construyeron en el suelo un lecho de paja.
A la mañana siguiente se levantaron bien temprano y le prepararon al invitado el mejor desayuno que podían con los alimentos que tenían.

Cuando la luz del Sol entró por las ventanas y Dios se levantó, volvieron a comer todos juntos y al terminar quiso ponerse de vuelta en el camino. Cuando ya estaba en la puerta se dio la vuelta y les dijo:
-Como habéis sido tan caritativos y piadosos, pensad que tres cosas deseáis y os lo concederé.
-Que más podría desear que la bienaventuranza eterna y que mi mujer y yo, mientras vivamos, disfrutemos de una vida sin enfermedades. Y poder tener todos los días un poco de pan – dijo el hombre – No tengo un tercer deseo que añadir.
-¿No te gustaría tener una casa nueva en lugar de esta tan vieja? – preguntó Dios.
-Oh, si – dijo el hombre – si eso también fuera posible, me encantaría.

Y así Dios hizo sus deseos realidad y convirtió la vieja casa en una nueva. Les dio su bendición y continuó su camino.

Era bien entrado el día cuando el hombre rico se levantó. Se acercó a la ventana y vio una casa de ladrillos rojos completamente nueva donde se supone que tendría que estar la vieja casucha. El hombre abrió mucho los ojos de la incredulidad y llamó a su mujer.
-Dime, ¿sabes qué ha pasado? Ayer por la noche ahí estaba la vieja y miserable casa de siempre. Y hoy hay una casa nueva. Ve, averigua que ha ocurrido y cuéntame.
La mujer fue hasta allí y le preguntó al hombre pobre.
-Ayer, ya bien entrada la tarde, un forastero llamó a nuestra puerta, quería pasar la noche en nuestra casa. Le acogimos y esta mañana al despedirse nos concedió tres deseos, la eterna buenaventura, salud para esta vida, un trozo de pan todos los días y por último convirtió nuestra antigua casa en una nueva.

La mujer del hombre rico volvió de prisa y le contó a su marido todo lo que el hombre le había dicho.
-¡Será posible! ¡Es para arrancarse los pelos y darse bofetadas! ¡Si lo hubiese sabido! El hombre ese estuvo aquí primero y podría haber pasado la noche con nosotros, pero no le dejé entrar – se lamentó el hombre rico.
-Pues no pierdas tiempo – le dijo la mujer – móntate en el caballo, así podrás alcanzarlo. Tienes que pedirle tus tres deseos.

El hombre rico siguió el buen consejo de su mujer, se subió al caballo y galopó hasta que alcanzó a nuestro Señor. Con toda delicadeza, cordialidad y educación le suplicó que no le guardase resentimiento por no haberle dejado entrar en aquel momento. Se fue a buscar las llaves de la casa, pero cuando volvió él ya se había ido. Si hubiese vuelto, sin ninguna duda le habría dejado pasar la noche en su casa.
-Bien – dijo Dios – si alguna vez vuelo, me alojaré en vuestra casa.
Entonces el hombre rico le preguntó que si al igual que su vecino, el no podía pedir también tres deseos.
Dios le respondió que si, que podía pedirlos, pero sería mejor que no pidiese ningún deseo pues no serían buenos para él.
El hombre argumentó que si supiese que esos deseos se harían realidad, seguro que encontraría algo que le hiciese feliz.
-Vuele a casa – le dijo nuestro querido Dios – tus tres deseos serán realizados.
Así que el hombre puso rumbo de nuevo a casa, y por el camino fue pensando en que es lo que desearía.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que dejó caer la brida del caballo, este comenzó a saltar y esto le hizo perder el hilo de sus pensamientos. Acarició al caballo en el cuello y le susurró palabras tranquilizadoras.
-¡Cálmate Liese!
Pero el caballo no paraba de moverse y brincar. Esto puso tan de los nervios al hombre que le hizo perder la paciencia y acabó vociferando.
-¡Ojalá te rompieses el pescuezo!

Nada más terminar de decir estas palabras, plump, cayó al suelo junto a su caballo, muerto. Pues este había sido su deseo.
Como era de naturaleza avaricioso no iba a dejar la silla de montar allí. Así que desató las correas, se la cargó a la espalda y puso de nuevo rumbo a casa, aunque esta vez a pie.
-Todavía te quedan dos deseos – intentó reconfortarse a si mismo.

La arena del camino hacía que tuviese que ir andando muy despacio y el sol de mediodía le quemaba. Tenía mucho calor, el cansancio comenzaba a hacerle efecto, estaba empezando a ponerse de muy mal humor y la silla se le clavaba en la espalda.
Aún no había decidido que más iba a pedir, e iba pensando en voz alta.
-Aunque desease todas las riquezas y tesoros del mundo sé que luego se me seguiría antojando mil cosas más, así que tengo que hacerlo de alguna manera para que no me quede ningún deseo sin cumplir.
Suspiró y siguió pensando.
-Si fuese un campesino bávaro al que se le concediesen tres deseos seguro que como primer deseo diría mucha cerveza, como segundo tanta cerveza como pudiese beber y como tercer deseo un barril más de cerveza.

Algunas veces pensaba que al fin se había decidido, pero al instante se daba cuenta de que eso no era suficiente. De pronto se le ocurrió pensar que mientras el estaba pasando todas esas penurias su mujer estaba sentada en una fresca habitación sin nada que hacer. Eso le enfureció tanto que sin pensarlo dijo:
-Ojalá estuviese ella en casa sentada en la silla y no pudiese bajar, en lugar de tener que ir yo cargando con ella.
Nada más terminar de decir la última palabra la silla desapareció de su espalda y se dio cuenta de que su segundo deseo acababa de ser cumplido.
Eso lo puso furioso y comenzó a correr, quería llegar lo antes posible a casa y encerrarse en una habitación para pensar concienzudamente cual sería su último deseo.

Cuando llegó a casa vio a su mujer sentada en la silla de montar, no hacía más que gritar y sollozar pues no era capaz de bajar de ella.
-Estate contenta – le dijo el hombre – te proporcionaré todas las riquezas del mundo, así que quédate ahí sentada.
-¿De qué me servirán todas las riquezas del mundo si tengo que quedarme sentada en esta silla? – le gritó enfadada la mujer – tú has deseado que estuviese aquí sentada, así que tienes que sacarme de aquí.
Y quisiese o no tuvo que utilizar en ese momento su tercer deseo para que su mujer pudiese bajarse de la silla de montar.

Por lo que al final tan solo se quedó con el enfado, cansancio, injurias y un caballo perdido, mientras que el hombre pobre vivió cómoda y tranquilamente durante el resto de su vida.



Nunca había leído este cuento así. Había escuchado y visto versiones de magos, duendes y demás seres mágicos que conceden deseos y estos nunca son lo que parecen, siempre tienen un lado malo y al final habría sido mejor no haber deseado nada.
Aunque la verdad es que me ha gustado bastante, muy instructivo.
¿Moraleja? Las buenas acciones siempre son recompensadas y que hacer las cosas buscando el beneficio propio, de forma egoísta y sin pensar en nadie más que en ti mismo trae malas consecuencias.
La traducción esta hecha entera por mi, así que si veis que algo no tiene mucho sentido decidmelo por favor,

¿Qué os ha parecido este cuento? ¿Lo habíais leído antes?

El pobre y el rico - Der Arme und der Reiche, es el cuento número 87 del libro "Cuentos de la infancia y del hogar" escrito por los hermanos Grimm.
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Y colorín colorado, este cuento se ha acabado... pero aún quedan muchos más cuentos que leer, muchas historias por recordar y otras tantas por descubrir. ¿Te vienes? Cuentos de los hermanos Grimm.

Un saludo!!



4 comentarios:

  1. Guten Morgen! Pues yo había escuchado la versión de obidio (¿O será Ovidio?) y la verdad me pongo muy moña cada vez que la recuerdo XD Aquí te dejo el video dónde la ví por primera vez:
    https://www.youtube.com/watch?v=C28Q_fo73dY

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    1. Buenas Álvaro! No conocía esa historia, muy bonita, y un principio bastante parecido.
      Un saludo!!

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  2. Buen cuento, ojala pasara siempre así pero la moraleja de la vida normal es al que es bueno se aprovechan de él y el que es un ruin y despiadado avaro vivirá rico. Pero bueno, aún así la historia tiene mucho más de fondo. Saludos!

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    1. Buenas creepo. Si, lamentablemente la realidad no concuerda mucho con la moraleja del cuento, pero siempre es bonito tener la esperanza de ello...
      Un saludo!!

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