31 de mayo de 2018

Pan y sal

Hace un par de días una amiga alemana nos invitó a la inauguración de su casa, Einweihungsparty. Por lo general, cuando vamos a este tipo de eventos es más fiesta, así que es fácil saber qué llevar, pero en esta ocasión iba a ser diferente. Solo íbamos nosotros y son una pareja con dos niños, uno recién nacido, así que la tarde iba a ser diferente a lo acostumbrado, y eso nos creó la duda de qué llevar de regalo. Pensamos en una botella de vino, pero no estábamos seguros, así que le preguntamos a otros amigos alemanes. Y algunos nos sorprendieron con una tradición muy peculiar que no conocíamos.

Nos dijeron que cuando se va de visita a una casa nueva se regala pan y sal. Sí, así como lo leéis.

No se sabe con exactitud cuándo se comenzaron a regalar estos productos, pero se presupone que se lleva haciendo desde hace unos cuantos siglos.

El pan simboliza el deseo de que en esa casa siempre haya algo para comer, que sea una familia afortunada y nunca les falte de nada. Y se dice que no es un pan cualquiera, sino “el pan de cada día”.

La sal es el símbolo de la prosperidad económica. Actualmente una caja de sal no vale mucho, al menos en Alemania, pero antaño era un producto de lujo. Por eso se regalaba para desear que en esa casa nunca faltase el dinero.

Pero, esto no se regala así tal cual. No vas al supermercado y compras un panecillo y un paquete de sal, sino que se entrega en paquetes bonitos, bien envueltos y con una presentación impecable.


Estuvimos buscando en los supermercados, pero como ya nos imaginábamos, allí no lo encontramos. Así que acudimos a Amazon, allí se pueden encontrar millones de paquetes de diferentes tamaños y precios. Luego caímos en que quizás en las tiendas estas “graciosas” donde venden de todo como “Nanu Nana” podría haber.

Pero mucha gente suele hacer el pan ellos mismos y envolverlo en paquetes bonitos. Seguro que eso trae incluso más suerte aún.

Después de conocer esta tradición me di cuenta de que ya lo había visto. En algunas de las Einweihungsparty a las que hemos ido vimos unos paquetitos muy monos, imaginamos que serían regalos, por lo que no preguntamos qué eran, pero ahora que lo pienso me doy cuenta de que eran el pan y la sal.

¿Conocíais esta tradición alemana? ¿La habéis vivido alguna vez? ¿Os animaríais a hacerlo?

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Vivimos en un país diferente al nuestro, y eso en algunas ocasiones implica también una nueva cultura con tradiciones que al principio nos pueden resultar extrañas. Pero no hay nada como saber de que se tratan para poder entender. ¿Te vienes a descubrirlas con nosotros?

¡Un saludo!



28 de mayo de 2018

Fack ju Göhte


Nombre original: Fack ju Göhte.
Dirección: Bora Dagtekin 
País: Alemania 
Año: 2013 
Género: Comedia 
Duración: 118 minutos 


Reparto: 
Elyas M’Barek como Zeki Müller 
Karoline Herfurth como Elisabeth, Lisi, Schnabelstedt 
Katja Riemann como Gudrun Gerster 
Alwara Höfels como Caro Meyer 
Jella Haase como Chantal Ackermann 
Max von der Groeben como Daniel, Danger, Becker 


Zeki Müller es un ladrón que acaba de salir de la cárcel, pero lo ha hecho sin nada de dinero. Después de que lo apresaran su compañera escondió el dinero de su último asalto en un edificio en construcción, pero cuando Zeki va a buscarlo se encuentra con que la obra ya ha sido terminada y el edificio es parte de un colegio.

Así que, si quiere recuperar el dinero, no le queda otra opción más que conseguir el puesto de conserje en el centro y así poder entrar en el centro sin levantar sospechas. Pero un error lo acaba situando como el profesor sustituto de la peor clase de todo el colegio.


Es una película entretenida. No es ninguno obra de arte pero te ríes con ella. Es un tanto vulgar y no hablan precisamente el mejor alemán del mundo, pero aun así es entendible.

A mí me gustó bastante. No se hace larga y aunque a veces no se entienda todo, pues mi alemán es más de escuela que de barrio, entretiene.

¿Conocíais esta película? ¿La habéis visto? ¿Qué os pareció?

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Desgraciadamente el cine alemán no es famoso en el mundo entero, y debido a eso mucha gente se pierde grandes películas y series. Si no te quieres perder ninguna de estas obras pásate por esta página.

¡Un saludo!


24 de mayo de 2018

El calcetín rojo

La premisa la tomé de un ejercicio de escritura del blog Literautas. El relato debe de empezar con esta frase: “se pasó una hora buscando el calcetín rojo”.  No puede tener más de 400 palabras.


Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Sabía que él salía del trabajo en quince minutos y para cuando llegase quería estar lejos de allí.

Aquella mañana había sido igual de maravillosa que las últimas que llevaban juntos. Se conocían desde hacía apenas unas semanas pero habían conectado de manera inmediata. Le gustaba su sonrisa cuando la miraba, el hoyuelo de su barbilla y esa risa contagiosa que le hacía olvidarse de todas las malas experiencias pasadas.

Pensaba que con él todo iba a ser diferente, que iba a romper, de una vez por todas, esa armadura que le imposibilitaba unirse emocionalmente con alguien.

— Que tengas un buen día — le dijo él desde el quicio de la puerta antes de marcharse.

No fueron más que unas pocas palabras pero sus ojos le dijeron lo que su boca callaba. Vio el amor que aquel hombre le profesaba y el pánico se apoderó de ella.

Durante horas luchó consigo misma para obligarse a quedarse allí donde sabía que era querida. Pero una vez más el miedo a ser herida pudo con ella y sin darse cuenta fue recogiendo sus pertenencias. Era increíble cuántas cosas había llegado a traerse en esas pocas semanas.

Lo tenía todo metido en bolsas de plástico, estaba lista para irse y desaparecer de su vida como si nunca hubiese existido. Solo le faltaba una cosa: el calcetín rojo, el derecho. El izquierdo estaba bien guardado al fondo de su mochila. No es que fueran caros o especialmente bonitos pero eran de su madre y era lo único que le quedaba de ella.

Escuchó la puerta de la entrada abrirse y el corazón comenzó a latirle desfogado. Se acercó despacio hasta el pasillo y le vio parado al otro lado. Miraba las bolsas amontonadas en el suelo con una expresión tranquila, como si encontrarse aquella escena no le sorprendiese y después levantó sus ojos hacia ella.

La miró con el semblante serio pero a diferencia de lo que esperaba no había ni un solo atisbo de reproche en su sincera mirada.

En un lento gesto se llevó la mano a uno de los bolsillos de su chaqueta y sacó el gastado calcetín rojo.

— Sabía que esto pasaría así que esta mañana lo cogí. No vas a seguir huyendo, no te voy a dejar hacerlo. Es hora de que afrontes tus demonios y yo estaré a tu lado.

*

¿Qué os ha parecido? ¿Qué se os habría ocurrido a vosotros con esa premisa?
Y ya sabéis que las críticas constructivas siempre son bienvenidas.

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Si quieres leer más textos originales escritos por la autora de este blog, en este enlace los puedes encontrar todos.

¡Un saludo!




21 de mayo de 2018

Invasiones bárbaras - Lombardos

Los lombardos fueron un pueblo germánico que existieron hasta el siglo VIII. No hay mucha información acerca de ellos, tan solo historias que dejaron algunos historiadores de la época. La obra más famosa sobre ellos, Historia gentis Langobardorum (Historia de los lombardos), fue escrita por Pablo el Diácono, un monje benedictino. En ella se cuenta la historia de este pueblo, sus costumbres y sus leyendas.

Los lombardos provenían del norte de Europa, de los pueblos nórdicos, y se asentaron en el noroeste de Alemania pasando a ser parte de los suevos.

En el siglo IV emigraron más al sur, hasta llegar al Danubio, y permanecieron en lo que se llamaba la cuenca de Panonia, que en la actualidad sería Hungría y una parte de los demás países colindantes.

Para poderse quedar aquí tuvieron que aliarse con el Imperio Bizantino, pasaron a ser un estado federado de Bizancio y tuvieron que luchar con otras tribus bárbaras.

Alrededor del año 560 el rey de los lombardos, Alboíno, derrotó a otro pueblo germano, los gépidos, se casó con la hija del rey, y se anexionó todo el territorio. Y en el 568, aprovechando la disputa que tenía el Imperio Bizantino con el Reino Ostrogodo, se expandieron hacia el norte de Italia, pues las guerras entre estos dos grandes imperios habían dejado la zona desprotegida y desolada.

En los años venideros siguieron expandiéndose por la península itálica hasta hacerse con las ciudades de Venecia y de Milán. En el 572 conquistaron la región de Pavía e hicieron a la capital de esta región la capital del reino lombardo.


Con el paso de los años los lombardos comenzaron a dividir su territorio en diferentes ducados gobernados por duques diferentes, y esto fue el inicio de su fin.

17 de mayo de 2018

Like a Lion - Mark Forster con Gentleman


Título: Like a Lion 
Cantante: Mark Forster con Gentleman 
Album: No pertenece a ningún álbum. 
Año: 2018 

Desde hace un par de años Mark Foster suele sacar cerca del verano una canción que durante los siguientes meses se escucha a todas horas en la radio, y esta es la canción del 2018, la cual canta con Gentleman en una mezcla entre alemán e inglés.




14 de mayo de 2018

Que no echaría de menos de Alemania

Hace unos meses muchos blogs españoles nos pusimos de acuerdo en escribir sobre un tema en común: qué cosas echaríamos de menos si nos fuésemos de Alemania. En esta ocasión el tema elegido es justo el contrario, esas cosas que no echaremos de menos si algún día nos vamos de Alemania. La idea es de Ana, del blog en Cinco Platos y la promueve Montse, de Kartoffel Tortilla

He estado pensando bastante y me he sorprendido, de manera muy grata, al ver que hay muy pocas cosas que realmente me desagradan de este país. Hay costumbres que no termino de asumir y que prescindo en mi día a día, pero como no lo hago, tampoco lo odio; como el agua con gas, aunque en realidad sí que odio las bebidas gaseosas y se me enerva la sangre cada vez que me topo con una. Ya estoy entrenada en el noble arte de esquivarlas y no suelo tener muchos problemas, pero al principio era un suplicio.

Sin embargo, hay cuatro cosas de las que no puedo huir por más que quiera y son algo que me molestan profundamente.

El tiempo alemán.

De Alemania me gusta mucho el paso de las estaciones, me encanta el color del paisaje y las diferentes tonalidades de los árboles. Pero nunca echaré de menos el tiempo alemán. No me gusta pasarme semanas enteras sin ver el sol y que algunas veces parezca que vivamos en un perpetuo “veroño”. La primavera pasa directamente al invierno, con su gélido frío.


Noches eternas en invierno.

Tampoco echaré de menos las noches eternas. Cuando el sol se pone a las cuatro de la tarde, sin exagerar, y amanece a las ocho pasadas.

En esos días (noches) uno pierde las ganas y la energía para hacer cualquier cosa y levantarse temprano es todo un reto digno de cualquier novela de fantasía épica medieval.


La fruta de los supermercados.

Pero hay otra cosa más que, además de no echar de menos, me indigna: la fruta de los supermercados. Odio ir a comprar fruta en Alemania.


Es como una ruleta rusa. Las ves y parece que tienen buen aspecto. Tienen un color precioso y parecen listas para comer, pero es darles el primer bocado y no saborear nada. Algunas veces, por no tener, no tienen ni ese liquidillo que te pringa la mano.

Manzanas, peras, ciruelas, melocotones… todo es insulso. Pero hay que comer fruta, así que te arriesgas. Vas al supermercado concienciado en que lo que vas a comprar va a ser como morder una cebolla, y hasta te va a hacer llorar. Sin embargo, ves las manzanas, con un color rojo que gritan porque las muerdas. Te las llevas a casa con la esperanza de que esta vez sí; ese color no puede ser mentira. Les das un bocado y te golpeas mentalmente por no aprender la lección.

Si tienes la grandísima suerte de comprar fruta con sabor tardas, aproximadamente, dos segundos en volver al supermercado y llevarte a casa el cajón entero.

Parece muy exagerado pero a la fruta alemana le deben de echar algo extraño. Las puedes dejar semanas encima de la mesa a esperar a que maduren. Pero será en vano pues aunque pase el tiempo van a seguir igual de duras.

Se van a podrir por dentro, eso sí, pero van a seguir igual de duras que al principio.


Deutsche Bahn.

Mi último foco de sufrimiento es el transporte público alemán. En general este país está bastante bien comunicado, así que ahí no está el problema, y tampoco me voy a quejar de los precios de los billetes, abusivos. Pero la puntualidad de la Deutsche Bahn es de risa, aquí, rompiendo mitos.

Ahora no tengo que tomar ningún medio de transporte para llegar al trabajo, pero cuando lo hacía, no había día que no llegase tarde, o casi, aunque intentase tomar el tren anterior. El “dieser Zug fällt aus” lo llegué a ver en tantas ocasiones que acabé teniendo pesadillas con él.



En resumen, creo que se podría decir que estas son las cuatro cosas que nunca echaré de menos de Alemania. ¿Qué os parecen? ¿Coincidís conmigo?

¿Qué añadirías a esta lista?

PD: No sé si se entenderá el símil de la cebolla. Es una expresión que se utiliza en algunas partes de España. No es que la fruta esté mala o apeste, es que está muy dura y no sabe a nada.

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¿Curioso? ¿Interesante? ¿Descabellado? Los alemanes nunca van a dejar de sorprendernos, siempre habrá algo nuevo que descubrir. Si quieres conocer más "alemanadas", esas costumbres de los alemanes que nos resultan curiosas, échale un vistazo a esta página.

¡Un saludo!

10 de mayo de 2018

La cueva del dragón

Este relato participa en el taller de "Móntame una escena" del mes de mayo, de la página Literautas.
La premisa que nos daban es que debe de suceder dentro de un lugar llamado la cueva del dragón.


El chico se acercó con cuidado a la entrada de la cueva. Sabía que el dragón estaba dentro, lo escuchaba roncar desde allí, y eso fue lo que lo animó a aventurarse al interior y acabar con él de una vez por todas. 

El casco que llevaba era muy viejo y tenía muchas mellas, pero era mejor que nada. Tomó el escudo, que también había visto mejores épocas, y desenvainó su espada.

—Vamos, Nina —le dijo a su fiel acompañante, un rollizo corcel marrón de orejas muy grandes.

Se adentraron varios metros en la cueva. El interior olía a humedad y ha quemado y solo se oían los fuertes ronquidos de su morador. En cuanto pusieron un pie en el interior el dragón gruñó con fuerza y Nina salió huyendo al instante.

—Cobarde —murmuró el chico en voz baja.

Tomó aire un par de veces y comenzó a andar despacio sin hacer mucho ruido. Llevaba semanas intentado acabar con el dragón y eran pocas las veces en las que podía sorprenderlo mientras dormía. Tenía que aprovechar esa oportunidad.

El animal estaba tumbado en la parte más alta de la cueva, encima de una piedra recubierta por ramas, hojas, paja y los huesos de sus últimas comidas. Respiraba con calma y cada vez que el aire salía de sus fauces una pequeña llamita azul iluminaba la estancia.

El chico avanzó despacio, en los últimos días se había adentrado en la guarida del dragón en multitud de ocasiones y se conocía la cueva casi a la perfección. Los primeros metros estaban llenos de agujeros, que dificultaban el paso e impedían que un grupo grande avanzase en formación, tan solo se podía pasar de uno en uno con la espalda pegada a la pared.

El ruido que el propio dragón hacía cubría sus pasos, pero no se quiso confiar. No era la primera que intentaba sorprenderlo con la guardia baja, pero hasta ese entonces solo había conseguido llegar hasta él en muy pocas ocasiones. Tenía un oído muy fino y el más leve ruido lo despertaba.

Cuando atravesó el suelo con agujeros rodeó varias rocas el doble de grandes que él y saltó un pequeño riachuelo que corría por mitad de la cueva. Al aterrizar al otro lado el escudo se le resbaló de las manos y cayó al suelo con un golpe seco. Durante unos segundos el dragón dejó de roncar y se removió inquieto dentro de su sueño. El chico temió haberlo despertado y permaneció quieto, alerta a cada uno de sus movimientos.

No había ningún sitio donde esconderse. Si se despertaba en ese momento solo le quedaba correr todo lo que pudiese y escapar de allí, esperaba que de una sola pieza. Contuvo el aliento hasta que la respiración del temible dragón volvió a acompasarse.

Suspiró aliviado y avanzó de nuevo. Solo tenía que recorrer unos pocos metros para llegar a la piedra en la que estaba tumbado.

Miró a su alrededor y pensó cuál debería ser su siguiente movimiento. No era la primera vez que llegaba hasta allí, pero ningún intento había tenido éxito. Había probado a saltar encima de él y clavarle la espada, pero sus escamas eran demasiado duras y el acero nunca podía llegar a la carne. También había intentado asfixiarlo, pero aquello fue incluso una peor idea, y estuvo varias semanas convaleciéndose de sus heridas.

Mientras pensaba en lo que podría hacer, el dragón abrió los ojos y clavó su mirada en el chico, como si supiese perfectamente que estaba allí.

Se miraron con intensidad, azul contra azul, durante unos largos segundos.

—Johann —dijo el dragón en un tono de voz muy serio.

El chico no le respondió. Aún no tenía claro qué hacer, pero había llegado hasta allí y tenía que aprovechar esa oportunidad. Se armó de valor y saltó hacia él con la espada en ristre.

El dragón se levantó de un rápido movimiento y lo esquivó con facilidad.

—¿Ya estás otra vez con lo del dragón? —preguntó el dragón.

—¡Muere! —gritó el chico abalanzándose de nuevo sobre él.

Consiguió acertarle con la espada en la cabeza, pero igual que en las otras ocasiones la hoja no llegó a atravesar las duras escamas.

—La última vez Maria te castigó por intentar ahogarme, ¿es que no aprendes?

A la desesperada descargó rápidos golpes contra la cabeza y la espalda del dragón, pero eso tan solo lo hizo enfurecer más aún.

—¡Déjame tranquilo, enano! ¡Vete a jugar con Nina! Para eso te compraron el conejo —bramó el dragón.

Las aletas de la nariz del animal comenzaron a hacerse más grandes, se volvieron de un color azul oscuro y las chispas se arremolinaron a su alrededor.

El chico lo vio venir, pero no tuvo tiempo de prepararse o de huir y las llamas le dieron de lleno.

El dragón había vuelto a vencerle, otra vez.

*

¿Qué os ha parecido que era el chico? ¿Y el dragón? ¿Es de verdad un ser mitológico?
¡Contadme vuestras impresiones!

Y ya sabéis que las críticas constructivas siempre son bienvenidas.

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Si quieres leer más textos originales escritos por la autora de este blog, en este enlace los puedes encontrar todos.

¡Un saludo!




7 de mayo de 2018

Reciclar plantas

A pesar de lo mucho que me gusta la primavera en Alemania y lo sencillo que es tener un balcón florido, pues las plantas las venden en todos los supermercados, hay algo que no me termina de convencer. Y es que la gente compre plantas para solo tenerlas en casa durante unos cuantos meses, pues nunca sobreviven al invierno.

No tengo problemas con que la gente reponga las plantas que se han muerto, pero comprarlas sabiendo a ciencia cierta que solo van a durar unos meses y que cuando empiezan a marchitar, las tiran, sin tan siquiera intentar mantenerlas con vida, me parece horrible.


Por eso, en primavera me pasa lo mismo que en Navidad. Se compran flores de pascua y abetos como si los regalasen, y cuando acaba su época van a la basura. Y me fastidia mucho que la gente trate de esa manera a un ser vivo.

Me encantaría tener mi terraza llena de pimientos, tomates y fresas y comerme mi propia cosecha, como muchos hacen. Pero saber que solo van a durar unos meses y que cuando empiece el frío van a morir irremediablemente, me echa para atrás todos los años.

No quiero comprar algo por mero capricho sabiendo que lo estoy condenando a morir.

Me gusta mucho tener plantas en casa, pero solo tengo plantas que sé que pueden sobrevivir al invierno. Cuando empieza el frío las podamos y o bien las dejamos tapadas o las bajamos al sótano. Algunas no sobreviven, también lo confieso, pero siempre intento que revivan, les doy muchas semanas de margen en la primavera y varias de ellas me han sorprendido a los dos meses echando tallos nuevos. Como ya he dicho, no todas sobreviven, por desgracia, pero cuando tengo que tirarlas no me siento tan mal, pues no me he deshecho de ellas en cuanto estaban un poco feas.

Y así, tenemos un limonero que lleva con nosotros más de dos años, flores de pascua que han visto tres y hasta cuatro primaveras y unos geranios que van cumplir su segundo rebrote.

Aunque la planta más longeva es un lilium, será su quinta primavera. Todos los años parece muerta, pero cuando empieza a hacer calor renace de sus raíces, cual fénix floral.

Nunca he comprado plantas de un solo año, como las llaman por aquí, sino que compro las que sé que van a poder sobrevivir y la verdad es que es una satisfacción ver cómo van creciendo de la nada.

Y además, gracias a esto, todos los años me ahorro unos cuantos euros en jardinería. Quizá mi balcón no sea el más bonito del barrio, pero es el que más amor tiene.

¡Un saludo!