En algunas ocasiones los objetos más cotidianos, esos con
los que convivimos día a día exigen un poco de tu atención y se cuelan en
nuestras memorias. Quizá esa situación se borre a los pocos días y nunca más te
acuerdes de aquello que te pasó, pero quizá ese objeto reclame su lugar en tu
mundo una y otra vez y se asegure que cuando lo veas, no lo mires con los
mismos ojos que antes.
Muy enigmática esta introducción mía, ich weiss, pero no me
he podido resistir a hacerle un homenaje a ese compañero de compras que desde
hace unas semanas siempre nos da algo para lo que hablar.
Y bueno, os hablo del archiconocido carrito de la compra.
Esa cesta enorme hecha de barras de metal que lleva cuatro ruedas incorporadas…
Todo empezó allá por diciembre del año pasado, cuando nos
mudamos a un piso vacío y desgraciadamente entre nuestras posesiones no se
encontraban muchos muebles. Así que pusimos rumbo al cielo de los pisos sin
amueblar, esa práctica invención sueca salvadora de vidas llamada Ikea.
Igual que dicen que no se puede ir al super a comprar cuando
tenemos hambre, a Ikea no se puede ir con las ideas a medio hacer y sin saber
que es lo que realmente quieres comprar, pues puedes acabar llevándote muchas
más cosas de las necesarias.
Íbamos con la idea de comprar un par de cosillas, pero
tampoco esta muy claro el que, así que pensábamos que con una de las bolsas
amarillas podríamos con todo… ¡já! Ilusos…
En la planta de arriba conseguimos controlar nuestros
impulsos consumistas y por ahora todo era manejable. Pero llegamos a las
alfombras… En España mi casa siempre ha tenido alfombras y siempre que estuve
fuera estudiando me llevaba una a la residencia. Esta sección de Ikea es
bastante amplia y como os imagináis no pude resistirme. El problema vino en que
una alfombra no cabe en una de las bolsas amarillas del Ikea. La podemos llevar
en la mano, pensamos, pero luego llegamos a las cortinas y recordé que en el
nuevo piso tengo un pedazo de ventanal y que los vecinos existen… y eso ya fue
demasiado. Juro que lo intentamos, pero ni queriendo podíamos llevar todo, así
que llegó el problema, ¿y ahora dónde diablos encontramos un carrito? Justo al
principio de la planta baja, al lado de las escaleras, es decir, en la otra
punta.
Nos dirigimos hacia allí con desgana, a desandar todo lo
andado con el peligro que eso conlleva. Puedes ver algo que antes habías pasado
por alto y meterlo también en la bolsa amarilla…
No llevábamos mucho camino recorrido cuando de pronto nos
encontramos un carrito, solo, vacío. Echamos una ojeada a nuestro alrededor,
todo limpio señor, no hay moros en la costa. Así que lentamente y con disimulo
nos acercamos, pusimos la bolsa dentro y nos fuimos de allí con nuestro botín
conseguido, sin mirar a nadie a los ojos…
Esta fue la primera vez que “secuestramos” un carrito en
Ikea, pero confieso que no ha sido la última, y probablemente la última tampoco
será la última. Siempre vamos con la misma equivocada e ingenua idea. Con la
bolsa amarilla nos sobra. Y siempre acabamos, cual ninja, buscando por los
pasillos carritos abandonados y apropiándonos de ellos con todo el disimulo del
mundo mundial…
Ya soy una experta… el finde pasado lo hice con tanta
naturalidad que hasta me resultó preocupante. Secuestrar carritos vacíos es pan
comido. El problema vendrá cuando ese supuesto carrito abandonado no lo esté
realmente y alguien me diga algo… ahí moriré de vergüenza, lo sé…
En estas semanas hemos tenido otra anécdota con este objeto.
Fue una tarde normal en el supermercado de siempre. Habíamos decidido que ya
iba siendo hora de meter algo en el frigorífico, la pasta con “lo que sea que
haya” ya se había acabado.
Y nada, 40 minutos después con el carro lleno hasta casi
rebosar teníamos que meternos entre pasillos estrechos para buscar algo que no
sabíamos exactamente donde estaba.
-Déjalo ahí, es incómodo movernos por allí con el. ¿Quién se
va a llevar un carro?
Así que lo dejamos un momento en el pasillo principal y al
volver, sorpresa la nuestra. ¿Dónde está el carro?
-Lo dejé justo aquí. Juro que lo dejé aquí.
-¿No será este?
-No, en la parte de arriba teníamos cereales.
-Pues aquí no está.
Si. Nos habían quitado el carro lleno de la compra.
Tendríais que habernos visto a las dos, dando vueltas por el
supermercado como dos tontas partiéndonos de risa y fijándonos en los carros
llenos, buscando nuestras cosas perdidas.
Y allí, al principio del todo, justo al lado de las cajas
estaba, abandonado… el pobre…
Cuando íbamos a seguir nuestro camino por el super, con la
risa floja aún presente, nos cruzamos con un chico con el carro que podría
haber sido el nuestro pero que no lo era porque no llevaba los cereales.
¡Ha sido él! ¡Él se llevó nuestro carro! Y nos miró, y le
miramos, y nosotras seguíamos riendo, y el se puso colorado como un tomate.
Sabemos que nos has quitado el carro, tú sabes que era el nuestro y nosotras sabemos
que lo sabes… Un poco más colorado aún apartó la vista y se perdió por los
pasillos del supermercado.
Nunca volvimos a saber de él, pero desde entonces siempre
nos entra la risa tonta cuando dejamos el carro solo en el super. Pues ¿quién
se lo va a llevar?
Esta entrada tiene bien poco que ver con Alemania, tan solo
que nos ha pasado en este país. Pero me parecía unas anécdotas graciosas que
contar.
¿Alguna vez habéis vivido algo parecido? No importa la
ciudad o el país, ¡contadnos!
Un saludo!!
Jajaja muy buena. Pues a mi también me ha pasado, deje mi carrito desatendido un momento y al volver ya no estaba. Pero bueno digamos que cuando esta vacío, quien me manda a dejarlo solo, en especial cuando es un carrito codiciado porque la tienda tiene 2, el carro pequeño para compras pequeñas, más fácil de maniobrar, menos pesado mientras que el otro es un camastron que es una soberana ridiculez coger cuando vas a comprar 4 cosas entonces al igual que yo, todo el mundo prefiere los pequeños, pero no hay muchos entonces cuando coges uno, eso hay que defenderlo! Y mírame no más dejándolo descuidado.
ResponderEliminarAhora bien, otra cosa que aún me parece inaudito es que este lleno con compras tuyas de cosas que tu quieres y llegue otro tipejo y te robe el carro y tus cosas...no lo veo lógico, que vas hacer muchacho? Vas a comprar los que yo pensaba comprar por pereza de buscar lo tuyo propio o vas a dejar todo en un rincón y comenzar con tus compras? Realmente me parece inaudito.
Buenas creepo. El chico no se dio cuenta, cuando ya vio que no era el suyo lo dejó a un lado y fue a por el correcto. Por eso se puso tan rojo al vernos, no lo hizo aposta.
EliminarUn saludo!!