Generalizar es una de las cosas más feas que podemos hacer.
No está bien dar por sentado que un país o una comunidad es de tal manera
basándonos tan solo en la forma de comportarse de unos cuantos de sus
habitantes.
Pero el otro día viví dos situaciones que bien nos podrían servir
de muestra para darnos cuenta de las diferencias entre la cultura alemana y
los países del sur, turca en este caso, pero muy fácilmente me puedo imaginar a
un español en la situación de la turca.
En la clínica damos citas por adelantado y si alguien no
puede venir siempre pedimos que nos avisen. En el caso de no aparecer, esa cita
se pierde y aún así cuenta como hecha.
Un fallo lo tiene cualquiera, así que si el paciente no viene una vez lo dejamos pasar, aunque es una excepción. Pero claro, si hacemos muchas excepciones estas terminan perdiendo el nombre y pasan a ser de algo excepcional a algo habitual.
Un fallo lo tiene cualquiera, así que si el paciente no viene una vez lo dejamos pasar, aunque es una excepción. Pero claro, si hacemos muchas excepciones estas terminan perdiendo el nombre y pasan a ser de algo excepcional a algo habitual.
Una paciente, turca, no vino a una sesión. Se le olvidó
completamente. Vale, no pasa nada, nos pasa a todos, por esta vez haremos la
excepción.
La segunda vez que no vino también se le había olvidado, y
me puso todo tipo de justificaciones, todas entendibles y lógicas. Pero si
damos citas y los pacientes no vienen el dinero no entra y yo quiero cobrar a
final de mes.
Le expliqué lo mejor que pude el concepto de excepción y que
este suele ser único e irrepetible. Pero la señora se negaba a aceptarlo.
Y entonces llega un momento en el que por muy bien que me quiera
manejar en alemán discutir en este idioma no es lo mío, así que terminé pidiendo
auxilio a mi jefa.
No somos robots, no somos perfectos, somos humanos. Se nos
pueden olvidar las cosas.
Esas eran las frases que más repetía la paciente. Daba mucho
hincapié en el hecho de no ser robots, de no ser seres perfectos.
Mi jefa siempre le respondía con calma y apelando a la
moralidad y responsabilidad.
Por supuesto que si. Pero también debemos de aceptar que nos
hemos equivocado y asumir las consecuencias.
Así estuvieron 20 minutos, una en plan yo me libro por la
cara, busco todos los resquicios que pueda para salir airosa. La otra firme y
estricta. Las normas son las normas y se acatan tan cual están. Y punto.
Fue curioso ver desde fuera las dos culturas en acción.
Al final mi jefa consiguió que la paciente firmase, muy a
regañadientes, que había ido aunque no lo hubiese hecho, aunque eso si, nos dijo
que no volvería. De momento ha cumplido su palabra y dudo que vuelva.
A los pocos días me volví a encontrar con la misma
situación. Una paciente faltó por segunda vez sin avisar. Cuando le dije que aún
así tenía que firmar que había venido me preparé para la retahíla de excusas y justificaciones.
Pero no, la señora, alemana, me dijo que por supuesto. Que era su culpa, a ella
se le había olvidado y que por supuesto firmaría. Faltaría más.
Y listo, no hubo que dar más explicaciones ni nada. Entonó
el mea culpa y todo solucionado...
Bien es cierto que también me puedo imaginar a un español en
la segunda situación, al igual que a un turco. Pero fueron dos situaciones tan
extremas y tan seguidas que se me quedaron grabadas.
Irene:
ResponderEliminarPor ahora llevo solo 4 semanas trabajando en un consultorio dos veces a la semana, y no se ha dado el caso de que alguien falte sin avisar. Los que no pueden asistir avisan llamando por teléfono. Lo que si me ha sorprendido es la puntualidad alemana, pues en todos estos días no he llegado tarde ¡ni un solo paciente a su sesión de 20 minutos!
Por cierto, disfruto mucho lo que escribes. Saludos.
Elisa Valencia
Buenas Elisa. Yo llevo ya algo más de un año y por lo general siempre avisan, aunque siempre hay algún que otro despistado. Suelo tener más o menos uno al mes sin avisar.
EliminarMe alegro de que guste el blog.
Un saludo!!