4 de marzo de 2016

Pueblos germánicos - Cimbrios, teutones y ambrones

Siguiendo donde lo dejamos anteriormente en la historia de Alemania...

Como ya hemos visto anteriormente los pueblos germánicos no son una civilización única y unificada. Estos pueblos eran un conjunto de tribus que habitaron en Europa durante varios siglos. No se sabe con exactitud de donde provienen, aunque se supone que sus orígenes se remontan a la península de Escandinavia.

Sobre el año 100 a.C. el Imperio Romano estaba ya bien asentado, era la civilización más grande del mundo conocido y nadie igualaba su poder. Muchas tribus celtas habían sido ya vencidas, la calma se había instalado en Europa y parecía que nadie se iba a oponer a la hegemonía romana.

Pero dos décadas antes, allá por el año 120 a.C. comenzó en la península de Jutlandia (la actual Dinamarca) un enorme movimiento migratorio que pondría la supremacía romana a prueba.

El tiempo no había sido nada piadoso con los habitantes de esa región del norte y grandes inundaciones había devastado los campos de cultivo. En busca de una vida mejor los cimbrios (Kimbern) emprendieron camino al sur, y con ellos se fueron otras dos tribus germánicas, los teutones (Teutonen) y los ambrones (Ambronen). Todos ellos tenían la esperanza de encontrar en el sur tierras fértiles, oro y un tiempo más benevolente.

Y así una caravana de unas 300.000 personas, con familias enteras, pusieron camino al sur por la llamada Ruta del ámbar (Bernsteinstraße), una antigua ruta comercial que conectaba el Mar del Norte y el Mar Báltico con Italia, Grecia y el Mar Negro.


La idea de estos pueblos era seguir esta ruta hasta encontrar una zona con buen suelo y un tiempo afable donde poder asentarse, pero todos los territorios que encontraban en el camino y que cumplían esas condiciones ya estaban ocupados y en ninguno de estos lugares fueron demasiado bien recibidos.

Este largo viaje les llevó hasta las tierras de los Bojer, una tribu celta que habitaba en lo que ahora sería Bohemia (en la República Checa). Estos no estuvieron nada contentos con la llegada de todos esos extranjeros y espada en mano los expulsaron de sus tierras. La enorme caravana tuvo que seguir su camino y así atravesaron Hungría y Austria hasta llegar a los Alpes sin haber encontrado un lugar en el que asentarse.

En la falda de los Alpes se encontraron a los Kärnten, los nóricos, otra pequeña tribu celta.
Estos llevaban ya más de una escaramuza con el Imperio Romano, pero por miedo a una invasión de este enorme grupo proveniente del norte avisaron a su enemigo de esta nueva amenaza.
Y así, en el año 113 a.C. el Imperio romano tuvo por primera vez constancia de ese pueblo de gigantes.
Al principio, los romanos les pusieron el mismo nombre que al resto de pueblos que habitaban al norte de sus fronteras, celtas, y respondieron a la invasión con el mismo método que siempre utilizaban cuando se sentían atacados, enviar a las tropas para acabar con el peligro.

Aunque quizás si hubiesen optado por el diálogo y la diplomacia se habrían dado cuenta de que esta gente no había llegado con intenciones bélicas, tan solo buscaban un lugar en el que vivir.
Pero eso no fue lo que pasó, Roma envió al cónsul Gnaeus Papirius Carbo con la orden de acabar con los invasores.
Según cuentan los relatos de los historiadores de la época, la primera vez que Carbo vio a los guerreros germanos el miedo pudo con él, eran gigantes, enormes y muy fuertes. Con el pelo largo y barbas nunca vistas en Roma. Y lo peor de todo, luchaban sin temor.

Carbo conversó con los extranjeros y les dijo que allí no eran bienvenidos, por lo que el pueblo germano volvió a emprender camino a otras tierras. Se les prometió que en su retirada no iban a ser atacados. Pero Carbo no cumplió su palabra y cuando comenzaron a marcharse mandó todo su ejército tras ellos, con la idea de tomarlos desprevenidos y acabar con esa gran amenaza.

Pero aunque iban con intenciones de paz estas tribus germánicas eran pueblos guerreros y así, en el año 112 a.C., en la batalla de Noreya casi aniquilaron por completo el ejército de Carbo.

Después de esta victoria y durante muchos años esta caravana acampó a sus anchas por el norte de Italia y la Galia. Se fueron separando y volviendo a juntar, pero nunca llegaron a asentarse del todo en un lugar pues nunca fueron bienvenidos en ningún sitio.

Los romanos no estaban nada contentos con esta invasión y querían expulsar esa horda de gente del norte de su provincia Galia Narbonensis (lo que es actualmente la Provenza francesa).

En octubre del año 105 a.C. en la antigua Arausio (actual Orange, Francia) se produjo una de las mayores derrotas del Imperio Romano.


Los germanos, dirigidos por el rey cimbrio Boiorix, rechazaron con brutalidad la ofensiva romana, y no dejaron a nadie con vida, caballos incluidos. Aquellos soldados o animales que habían sobrevivido a la batalla fueron destripados o ahorcados en la fiesta de victoria.

Tras esta batalla el camino a Italia estaba libre de obstáculos, pero esta gente bárbara y salvaje, como los romanos los clasificaron, tan solo querían un hogar en el que vivir, pero nunca a costa de arrebatarle a alguien su casa. Así que en lugar de seguir hacia Italia emprendieron camino al oeste, hacia Marsella.

Si la decisión hubiese sido atacar Roma, quien sabe si el Imperio romano hubiese caído y todos hablaríamos ahora una lengua germana...

Durante este camino al oeste la gran caravana se disolvió, los teutones y los ambrones probaron suerte en el norte de la Galia y los cimbrios siguieron hacia el oeste, atravesaron los Pirineos y llegaron hasta la Península Ibérica.
Los pueblos que habitaban España en aquella época tampoco estuvieron nada entusiasmados con la llegada de los germanos y los expulsaron de su territorio.

Los teutones y los ambrones tampoco tuvieron demasiada suerte en el norte de la Galia y al final las tres tribus volvieron a juntarse.

Lo habían intentado en todos lados y siempre habían sido expulsados, ya tan solo quedaba un camino que tomar para intentar encontrar el deseado hogar. Y así, todos juntos, cimbrios, teutones y ambrones emprendieron camino a Italia. Ya habían vencido una vez a los romanos, ¿por qué no iban a hacerlo en una segunda ocasión?

Pero durante estos años de pausa los romanos no habían estado ociosos. Se había desarrollado el oficio de soldado y las legiones ya se encontraban en funcionamiento. Una legión estaba compuesta por entre 4000 a 6000 soldados, además de unos 200 jinetes. Estas legiones podían dividirse en pequeños 10 pequeños grupos que trabajaban con rapidez y precisión.


Cayo Mario fue el creador de esta nueva forma de combate y fue el elegido para llevar a cabo la nueva ofensiva contra las tribus germánicas.

En su poder tuvo un total de 35000 soldados, un número muy alto para la época, pero los germanos también contaban con un ejército de proporciones parecidas. Solo había una pequeña gran diferencia, y es que los pueblos del norte no habían desarrollado nada sus técnicas de combate, para ellos todo seguía siendo como siempre, una lucha de fuerza a vida o muerte. Nosotros, ellos ¡al ataque y sin miedo!

Mario era consciente de la superioridad de su ejército y técnicas de ataque, y tuvo claro que no podía dejarse llevar y atacar como sus enemigos.

Antes de que se produjese esta batalla los cimbrios se habían separado del grupo, por lo que la fuerza militar de los germanos se había reducido bastante, Mario se había enterado de esto e ideó un plan.

Atrincheró a sus legiones y esperó la llegada de los bárbaros. Los germanos tomaron a los romanos por cobardes y les provocaron para dar la cara. Pero Mario consiguió que sus hombres mantuviesen la posición. Tras unos cuantos días de asedio los teutones y los ambrones se aburrieron, pensaron que los romanos no iban a salir de sus trincheras y pusieron camino de Roma, dejando las legiones de Mario a sus espaldas.

Los germanos tardaron dos días enteros en abandonar el lugar y una vez que hubieron desaparecido Mario mandó un grupo de exploradores para que fueran informando del avance de los bárbaros y así, con seguridad y en la distancia, los fueron siguiendo.

Los ambrones y teutones estaban convencidos de la cobardía de los romanos y nunca pensaron que pudieran estar en peligro, y así, en Aquae Sextiae (102 a.C.), actual Aix-en-Provence, Francia, pasó lo que tenía que pasar. Los germanos estaban disfrutando de las fuentes de agua natural que hay en esa zona cuando los romanos cayeron sobre ellos sin compasión.

Todos los bárbaros murieron. Los guerreros que no murieron en la batalla se mataron ellos mismos, las madres asesinaban a sus hijos antes de matarse ellas, y así más de 100.000 personas murieron en esa sangrienta batalla. El único que sobrevivió fue el rey de los teutones, Teutobod.

Después de veinte años de peregrinación por el continente, los teutones y los ambrones perecieron sin haber encontrado el ansiado hogar.

Un año más tarde las legiones de Mario encontraron a los cimbrios, que sin saber nada sobre la suerte de las otras dos tribus, se habían adentrado en Italia hasta llegar a Piamonte, donde se habían instalado y vivían en paz.

Los dos bandos se declararon la guerra y se decidió un lugar para la batalla final. El sitio elegido fue la llanura de Raudine, donde se desarrolló la batalla de Vercelas.

A pesar de que los cimbrios estaban preparados para el ataque, las condiciones meteorológicas favorecieron al ejército romano y estos cayeron sobre los germanos sin que pudiesen hacer mucho para defenderse, fueron completamente aniquilados.

Los cimbrios fueron asesinados y los que sobrevivieron fueron capturados para luego ser vendidos como esclavos.

Se cree que el rey de los teutones fue ejecutado en Roma, así como los miembros de mayor rango de las otras dos tribus, entre ellos Boiorix (el rey cimbrio que derrotó a Roma en la batalla en la antigua Arausio).

No todos los cimbrios, teutones y ambrones siguieron el camino del sur hacia Italia, algunos optaron por volver al norte. Llegaron hasta la Bélgica celta (es decir, fuera de las fronteras romanas), donde se terminaron asentando y formaron una nueva tribu, los aduáticos. Pero en el año 57 a.C. fueron derrotados por Julio Cesar y sufrieron la misma suerte que sus compatriotas.


Por ahora esto es todo sobre los pueblos germánicos, en otra entrada seguiremos avanzando en su historia.

¿Qué os ha parecido? ¿Sabíais quienes eran estas tribus y como vivieron?
Es una pena que acabasen de esa manera solo por la necesidad de emigrar de su tierra.

Es curioso como de una u otra manera la historia se va repitiendo, otras razones, otro lugar, pero al fin y al cabo gente que debe irse de su hogar y buscarse la vida en otra parte.

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Esto tan solo ha sido una pequeña parte de lo que es la historia de Alemania, aún queda mucho que contar y mucho que aprender. ¿Te vienes con nosotros de viaje al pasado?

Un saludo!!



2 comentarios:

  1. SEGUN ESTE RELATO LOS ROMANOS NUNCA PRESENTARON CARA SOLO APROVECHARON LOS ERRORES DE LOS GERMANOS , PERO YO TENGO MIS DUDAS , PORQUE MARIO PREPARO MUY BIEN SUS LEGIONARIOS , Y FUE NOMBRADO 7 U 8 VECES CONSUL Y HABIA VENCIDO AL REY YUGURTA EN AFRICA ADEMAS EL SENADO LO NOMBRO COMO EL " TERCER FUNDADOR DE ROMA " POR SU VALOR ESA ES MI OPINON

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  2. El misterio es por que no atacaron Roma despues de Arausio. No me convence mucho la opcion planteada en el articulo.

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