Este relato participa en el taller de abril de la página Literautas.
Las premisas son: Un escritor o una escritora con miedo al folio en blanco y que contenga las palabras lencería, lápiz y limón.
La frustración se ha hecho dueña de mi cuerpo y campa a sus anchas.
Ya han pasado varias semanas desde que me senté por última vez delante de esa hoja en blanco. Y por aquel entonces ya habían pasado unos cuantos días desde que permanecía inmaculada.
Me da miedo volver allí. Enfrentarme a ella y darme cuenta de que sigue tal y como la dejé.
Así que, aquí estoy, convenciéndome de que hay que aprovechar los días de sol cuando todavía no quema mucho. Doy paseos por el campo, me pierdo entre los frutales y me asombro por lo naranja de la naranja y lo amarillo del limón.
Ando y ando hasta que se hace de noche, ya no hay sol y la excusa se acaba. Así que regreso a casa a paso lento, muy despacio, casi arrastrando los pies. Intento retrasar todo lo que puedo ese inevitable momento. Es angustioso.
Pongo una lavadora, luego otra, las tiendo y me deleito con la fina lencería de la vecina del cuarto. Luego plancho: camisas, pantalones, sábanas, trapos de cocina y calcetines. Hago magdalenas rellenas de mermelada casera, una tarta de chocolate y un lomo de bacalao gratinado con una guarnición de patatas panaderas y pimientos de piquillo acompañado de espárragos trigueros.
Cuando me dispongo a cenar el cielo empieza a clarear, un nuevo día comienza. Tacho otro número en el calendario y suelto un largo y hastiado suspiro.
Me giro hacia la mesa y esta me devuelve una mirada retadora, la hoja en blanco sigue ahí, exactamente igual que antes.
Se ríe de mí, lo sé. Piensa que no valgo nada y le daría la razón. Pero en ese momento todos los textos que he escrito con anterioridad me miran con el ceño fruncido, decepcionados. Saben que son buenos, o al menos no muy malos, y no les gusta pensar que fueron escritos por alguien cobarde, por una persona que no afronta sus miedos y se esconde detrás de banales excusas.
Me acerco hacia allí, me siento en la silla, tomo el lápiz y cierro los ojos. Respiro con calma y cuento hasta diez una y otra vez. Dejo que mi mente vague en ese pozo de bocetos inacabados. Selecciono, descarto y reinvento.
Cuando vuelvo a abrir los ojos las palabras no fluyen en torrente, pero una pequeña chispa se ha prendido en el interior de mi cabeza y una imagen difuminada comienza a abrirse paso.
Sonrío con alivio, feliz, y comienzo a escribir mientras siento, otra vez, la conocida sensación de una idea formándose.
Ya han pasado varias semanas desde que me senté por última vez delante de esa hoja en blanco. Y por aquel entonces ya habían pasado unos cuantos días desde que permanecía inmaculada.
Me da miedo volver allí. Enfrentarme a ella y darme cuenta de que sigue tal y como la dejé.
Así que, aquí estoy, convenciéndome de que hay que aprovechar los días de sol cuando todavía no quema mucho. Doy paseos por el campo, me pierdo entre los frutales y me asombro por lo naranja de la naranja y lo amarillo del limón.
Ando y ando hasta que se hace de noche, ya no hay sol y la excusa se acaba. Así que regreso a casa a paso lento, muy despacio, casi arrastrando los pies. Intento retrasar todo lo que puedo ese inevitable momento. Es angustioso.
Pongo una lavadora, luego otra, las tiendo y me deleito con la fina lencería de la vecina del cuarto. Luego plancho: camisas, pantalones, sábanas, trapos de cocina y calcetines. Hago magdalenas rellenas de mermelada casera, una tarta de chocolate y un lomo de bacalao gratinado con una guarnición de patatas panaderas y pimientos de piquillo acompañado de espárragos trigueros.
Cuando me dispongo a cenar el cielo empieza a clarear, un nuevo día comienza. Tacho otro número en el calendario y suelto un largo y hastiado suspiro.
Me giro hacia la mesa y esta me devuelve una mirada retadora, la hoja en blanco sigue ahí, exactamente igual que antes.
Se ríe de mí, lo sé. Piensa que no valgo nada y le daría la razón. Pero en ese momento todos los textos que he escrito con anterioridad me miran con el ceño fruncido, decepcionados. Saben que son buenos, o al menos no muy malos, y no les gusta pensar que fueron escritos por alguien cobarde, por una persona que no afronta sus miedos y se esconde detrás de banales excusas.
Me acerco hacia allí, me siento en la silla, tomo el lápiz y cierro los ojos. Respiro con calma y cuento hasta diez una y otra vez. Dejo que mi mente vague en ese pozo de bocetos inacabados. Selecciono, descarto y reinvento.
Cuando vuelvo a abrir los ojos las palabras no fluyen en torrente, pero una pequeña chispa se ha prendido en el interior de mi cabeza y una imagen difuminada comienza a abrirse paso.
Sonrío con alivio, feliz, y comienzo a escribir mientras siento, otra vez, la conocida sensación de una idea formándose.
________
Hace mucho tiempo que no me encuentro en la situación de sentarme delante de una página en blanco y no saber qué escribir. Pero por desgracia, la procrastinación y yo somos grandes amigas. En especial cuando más interesante está la historia o cuando me queda poco para terminarla, y la verdad, es algo que no entiendo.
¿Y vosotros? ¿Alguna vez os habéis encontrado con una página en blanco? ¿Cómo os habéis sentido? ¿Qué habéis hecho para ganarle la partida?
¿Y vosotros? ¿Alguna vez os habéis encontrado con una página en blanco? ¿Cómo os habéis sentido? ¿Qué habéis hecho para ganarle la partida?
________
Si quieres leer más textos originales escritos por la autora de este blog, en este enlace los puedes encontrar todos.¡Un saludo!
Hola Irene,
ResponderEliminarMe ha gustado tu historia. Se lee con naturalidad y fluye sin problema. ¡Felicidades por ganarle la batalla a la desidia!Yo soy bastante nueva en esto de la escritura y aunque es algo que me gusta mucho, no he podido dedicarle mucho tiempo hasta ahora. Para mi más que proclastinar me cuesta tener el habito de sentarme y escribir, o hacer algún ejercicio, o cualquier cosa relacionada con la escritura. Se me van los días y no logro mis metas. Creo en el fondo hay algo de miedo a no hacer las cosas bien y entonces es más fácil excusarse.
Por eso me gustan los retos de literaturas pues te obligas a exponerte a los comentarios y así aprender de tus errores.
Saludos y ánimo que todos andamos en este camino.
Buenas, Caminante.
EliminarMe alegro de que te haya gustado la historia.
Entiendo lo que dices del miedo a no hacerlo bien, pero si nunca escribimos nunca mejoraremos. Hay que mirarlo de esa forma.
¡Mucho ánimo!
Un saludo.
Hola de nuevo Irene:
ResponderEliminarEn primer lugar, felicitarte por esa buena racha creativa que llevas, agradecerte también por hacerme añadir a mi “Orfanato de palabras” el vocablo “procastinación”, lo formo con aquellas que me veo obligado a buscar en el diccionario RAE. Me han hecho gracia los métodos de que te vales para retrasar tu tarea, poner lavadoras, planchar...pero sobre todo el festín que cocinas (tú o tu personaje). Seguro que si compartes vivienda, esa procastinación será muy bienvenida por tu familia, pero ten cuidado con ella, yo con la escritura no he sufrido ninguna página en blanco, pero pinté en 1.993 mi último cuadro, y hasta la fecha.
Saludos.
Buenas, Labajos.
EliminarMe alegro de haber contribuido a la buena causa de aumentar tu vocabulario, nunca está de más aprender palabras nuevas.
Mi procastinación no es tan fructífera, aunque más de uno se alegraría de eso. Pero curiosamente, desde que escribí este texto la he conseguido vencer con mucha más facilidad que antes.
Un saludo.
Hola Irene, primero muchísimas gracias por leer mi relato y por comentar.
ResponderEliminarEl tuyo me ha gustado, tienes una excelente narrativa, es un relato breve pero conciso y lleno de detalles que enmarcan muy bien la historia. Me ha gustado también la forma de culminar, ese final con una chispa que enciende la llama creativa de tu personaje. Un saludo, y feliz escritura!
Buenas, Katherine.
EliminarMe alegro de que te haya gustado. No quería dejar al pobre personaje perdido en la página en blanco.
Un saludo.
¡Deliciosa procrastinación! Tiene color y sabor; muy diferente a la que uno incurría en el trabajo. La próxima vez me invitas a degustar esas ricas magdalenas.
ResponderEliminarMuy amena descripción de todos los recursos imaginados para atraer disimuladamente a la inspiración.
Buenas, Carlos.
EliminarMe alegro de que te haya gustado.
Curiosamente, de todas las cosas que hace el personaje, las magdalenas son lo único que le copio.
Un saludo.
Saludos Irene:
ResponderEliminarMe he leído de un tirón tu texto, me parece una escena muy entretenida, pero sobre todo bien desarrollada. Has dado esa sensación del temor a la hoja en blanco, y esa actitud de alejarnos a aquello que tememos. Mientras la leía, me veía casi a mi misma, ¡haciendo lo mismo! Y es que también suelo darle vueltas al asunto. Este mes, ha sido caótico en cuanto a material personal para mí, haciendo el trabajo de la recopilación, he dejado a un lado mis trabajos personales. Y tengo una terca idea que se quedan "frizados"... ya había dejado a tres encerrados en un vehículo como dos semanas, y ahora tengo a unos soportando un duelo todo este mes... síp, los veinte días. Así que pensé: ¡Suficiente! Aunque sea medianoche, hoy saco a esos de esa habitación de muerte, que veinte días para estar con un muerto es demasiado... jajajaja.
Así que disfrutado y apreciado, ya que me has dado el empuje de escribir (aunque eso signifique no seguir leyendo relatos por esta noche). Espero no caer en ese círculo vicioso y darle un tiempo prudencial a cada cosa. Saludos.
¡Nos leemos!
Buenas, K.Marce.
EliminarMe alegro de que mi relato te haya gustado y te haya hecho retomar tus escritos, espero que hayas podido sacar a esos tres del coche.
¡Un saludo!
Leosinprisa
ResponderEliminarHola, me ha parecido muy interesante tu texto, sobre todo porque pareces vivir ese momento que tu personaje nos describe con tanta delicadeza. Se nota que es un ser sensible y sufre por el dilema con que se encuentra al intentar buscar ideas y no encontrarlas. No obstante, al final parece que vuelve a encontrar su camino y olvida sus miedos anteriores.
Me ha gustado mucho, es muy realista y sincera. Ha sido un placer leerte. Un saludo.
Buenas, Leosinprisa.
EliminarMe alegro de que te haya gustado el relato.
Un saludo.
Hola Irene, gracias de nuevo por tu visita a mi relato, con gusto te la devuelvo.
ResponderEliminarun excelente relato, si es fácil identificarse con la protagonista porque ultimamente he estado asi, sin saber qué escribir.
Buenas, Cesar.
EliminarLa sensación de sentarse delante de la hoja en blanco y no saber qué escribir es horrorosa. Espero que puedas inspirarte pronto. Igual si sigues el ejemplo del personaje y llenas la casa de magdalenas, surge una idea jijiji
Un saludo.
Hola Irene R (Alemania entre bastidores)
ResponderEliminarGracias por pasarte por mi relato y por tus comentarios
Tu cuento deja transpirar tu dominio de la prosa y del lirismo, por la forma en que vas describiendo la famosa procrastinación, el mal de muchos escritores. Más que un relato, lo he entendido como si fuera un poema; el conflicto es interno y, de cara al exterior, suceden pocas cosas dentro del cuento.
Un saludo de Jose Luis
Buenas, Jose Luis.
EliminarGracias por leer mi escrito y comentar.
Como bien dices, es un conflicto interno y desde fuera solo se puede apreciar a alguien muy hacendoso. Al final todo queda por dentro.
¡Un saludo!
Hola Irene,
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato, lo he leído en un momento, se entiende perfectamente, las palabras son fluidas y está muy bien estructurado. He aprendido una nueva palabra " procrastinación" que antes no la había escuchado. ¡Enhorabuena! espero leerte en el próximo relato.
Un saludo.
Rosanna
Buenas, Rosanna.
EliminarMe alegro de que te haya gustado y de que hayas aprendido una palabra nueva.
¡Un saludo!
Hola Irene: Me ha gustado mucho tu relato. Lo he leído todo seguido y entendiendo todo porque está muy claro y muy bien redactado. Enhorabuena.
ResponderEliminarMe ha encantado tu blog es muy divertido e instructivo. Gracias por todo. Un saludo, Menta
Buenas, Menta.
EliminarMe alegro de que te hayan gustado, el blog y el relato.
Gracias por leer y comentar.
¡Un saludo!
Hola Irene:
ResponderEliminarMe he dado una pequeña vueltecita por tu blog. Me gusta conocer al personal. Ya de paso, te digo que me ha parecido ameno. Hay dónde entretenerse.
Respecto al texto, lo voy a analizar como lo haría en Literautas. Ya veo que la última parte (la interpelación al lector) no forma propiamente parte de un relato y que está puesta para un público más amplio, así que me parecería bien si eliminas mi comentario.
Cosas que, para mi gusto, cambiaría. (Perdona que sea tiquismiquis).
En el primer párrafo hay una reiteración innecesaria: “…Dentro de mí hay…” y “…surge de mi interior”.
“Pongo una lavadora, luego otra, las tiendo…” Parece que lo que tiendes son las lavadoras. Podría ser: Pongo una colada, la tiendo…
“…y pimientos de piquillo acompañado…” mejor “acompañados” pues acompañan a los pimientos, no al piquillo.
En cuanto al fondo. No lo veo propiamente un relato al uso de introducción, nudo y desenlace, pero me he gustado. Me ha parecido muy bueno ese paseo virtual y real que has dado por la frustración, las tareas domésticas y la gastronomía. Especialmente relevante que ha parecido esta frase: “Dejo que mi mente vague en ese pozo de bocetos inacabados.” Me parece redonda, un buen resumen de lo que quieres transmitir.
Ha sido un placer leer y comentar.
Un saludo.
Buenas, isan.
EliminarGracias por los comentarios y las observaciones. Las tendré en cuenta, aunque lo de la colado no lo termino de ver, quizás quede más claro, pero nunca uso esa palabra y me suena muy raro.
Muchas gracias por tomarte el tiempo de leerlo y de comentar.
¡Un saludo!
Hola de nuevo. Me he pasado de casualidad y veo tu duda con la "colada". Para mí resulta una palabra de uso corriente, tel vez vaya por zonas. Te copio y pego lo que dice la RAE:
Eliminarcolada1
1. f. Acción y efecto de colar2.
2. f. Lejía en que se cuela la ropa.
3. f. Ropa colada.
4. f. Lavado de ropa sucia de una casa.
5. f. Ropa lavada.
Un saludo.