31 de enero de 2014

La liebre y el erizo - Der Hase und der Igel

Si alguna vez os cuentan esta historia, debéis saber que tiene alguna que otra mentira escondida, pero mi abuelo siempre me decía “tiene que ser verdad hijo mío, por que sino no podría ser contada”.

La historia decía así…

Era un domingo por la mañana, durante la época de la cosecha, justo cuando el trigo estaba en su pleno auge,el Sol brillaba esplendorosamente en el cielo, y el viento cálido de la mañana soplaba sobre la siembra, las alondras cantaban en el aire, las abejas zumbaban entre el trigo y la gente iba los domingos a la iglesia, todas las criaturas eran felices y el erizo también lo era.

El erizo estaba delante de su puerta, con los brazos cruzados y disfrutando del momento tarareaba una cancioncilla, que no era ni mejor ni peor que las canciones que cantan los erizos en una hermosa mañana de domingo. Mientras cantaba para si mismo a media voz se le ocurrió que ya que su mujer estaba bañando a los niños y luego todavía tenía que vestirlos, podría darse un paseo por los campos y ver como iban sus nabos.

El huerto se encontraba al lado de su casa, él los cultivaba para que su familia pudiese comerlos, así que siempre se esmeraba en su cuidado. Y dicho y hecho.
El erizo salió por la puerta en dirección al huerto. No había andado mucho cuando al torcer por la encina que se encontraba en el huerto de nabos vio a la liebre que había salido al igual que él a ver como iba su cosecha, aunque en el caso de la liebre su huerto era de coles.
Cuando el erizo pasó al lado de la liebre le deseo unos buenos días, pero la liebre, que era un su gran sabiduría un caballero horriblemente arrogante, no le devolvió el saludo, sino que le hizo una pregunta llena de sarcasmo.
- ¿Cómo es que estas a tan tempranas horas por el huerto?
- Estoy dando un paseo – respondió el erizo.
- ¿Un paseo? – dijo la liebre riéndose – A mi me parece que podrías darle a tus piernas un uso mejor.


Esta respuesta molestó enormemente al erizo, que podía aguantar muchas cosas, pero no un insulto a sus piernas, ya que por naturaleza las tenía torcidas.
- ¿Crees que con tus piernas puedes hacer más cosas que yo? – contraatacó el erizo.
- Lo creo – respondió la liebre.
- Eso tendrás que demostrarlo – dijo el erizo – te apuesto a que si hacemos una carrera te gano.
- Eso tiene gracia, tú, con tus piernas torcidas – dijo la liebre – si tienes tantas ganas yo estoy dispuesto, ¿qué nos apostamos?
- Una moneda de oro y una botella de aguardiente.
- Acepto. Choquemos las manos y empecemos.
- No, no tenemos tanta prisa. Aún no he desayunado, primero quiero ir a casa y comer algo. En media hora estaré aquí de nuevo.

La liebre estuvo de acuerdo, así que el erizo se dirigió a su casa. En el camino pensó que aunque la liebre tenía mucha confianza en sus piernas, él estaba completamente empeñado en ganarle. Es un arrogante caballero y un hombre estúpido, debería de pagarlo, pensaba el erizo. Cuando llegó a su casa le dijo a su mujer.
- Mujer, vístete rápido, tienes que venir conmigo al huerto.
- ¿Qué pasa?
- Me he apostado con la liebre una moneda de oro y una botella de aguardiente. Tengo que ganarle en una carrera y quiero que estés allí.
- ¡Oh, Dios mío! – comenzó a gritar la mujer del erizo – ¡Eres tonto! ¿Es que acaso te has vuelto loco? - ¿Cómo puedes apostarte con la liebre a que le ganas en una carrera?
- ¡Cállate mujer! Eso es cosa mía, no te metas en cosas de hombres. Andando, vístete  y ven conmigo.
¿Qué otra cosa podría hacer la mujer del erizo? Tan solo podía seguirlo, le gustase o no.

Cuando iban de camino al huerto el erizo le dijo a su mujer.
- Estate atenta a esto que te voy a contar. La carrera va a ser en la tierra de labranza. La liebre correrá por uno de los surcos y yo correré por otro. Comenzaremos en la parte alta. Lo único que tienes que hacer es quedarte abajo y cuando la liebre llegue tienes que gritar “ya estoy aquí”. 
Cuando llegaron al campo el erizo le mostró a su esposa donde se tenía que colocar y luego se fue al encuentro de la liebre, que ya se encontraba allí.
- ¿Podemos empezar ya? – preguntó la liebre
- Seguro, ¡vamos!
Ocuparon sus puestos, la liebre contó hasta tres y salió corriendo como una ventisca. El erizo dio tan solo tres pasos y luego se quedó en  su sitio agazapado.

Cuando la liebre llegó al final, la mujer del erizo gritó “!ya estoy aquí¡” La liebre se quedó completamente sorprendida, pensaba que era el mismo erizo el que había gritado, pues tanto como el erizo como su mujer eran exactamente iguales. La liebre pensó que algo raro pasaba así que dijo que volverían a correr de vuelta.
De nuevo comenzó su rápida carrera. La mujer del erizo se quedó en su sitio tranquila. Al llegar la liebre arriba el erizo grito “¡ya estoy aquí! La liebre, que estaba fuera de si, volvió a gritar que correrían otra vez, el erizo aceptó, tantas veces como quisiera, le dijo a la liebre.
Y así corrió la liebre 73 veces y cada vez que llegaba al final el erizo o su mujer gritaba “¡ya estoy aquí!”.


En la carrera número 74 la liebre no llegó al final, sino que se quedó a mitad de camino cayendo a la tierra con sangre en el cuello, muy quieto, muerto. El erizo cogió sus premios, la moneda de oro y la botella de aguardiente, llamó a su mujer y los dos se fueron contentos a casa.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Así se recuerda, que el erizo dejó a la liebre muerta y desde esa apuesta, ninguna liebre se ha atrevido a competir contra él.

La moraleja de esta historia es primero, que nadie debe de burlarse de otra persona, aunque este sea tan solo un erizo. Y segundo, que resulta aconsejable, cuando uno se quiere casar tiene que tener en cuenta que su mujer debe de ser igual que él. Es decir, si uno es un erizo, su mujer será también un erizo.



¿Qué os ha parecido el cuento? ¿Lo conocíais?
Sobre las dos moralejas del cuento… pueden dar bastante que hablar. Aunque en general, me parece que no es una historia que transmita una enseñanza demasiado buena. Vale que no hay que meterse con nadie, por muy inferior que creas que es, pero la forma de actuar del erizo tampoco es que sea lo más correcto del mundo y la forma que tiene de tratar a su mujer… muy de aquella época.
¿Qué moraleja le daría yo al cuento? Nunca te dejes pisotear por nadie, pues nadie es mejor que tú. Y aunque bien es cierto que eso es verdad, no creo que haya que llegar a tales extremos para demostrarlo, a mi me gusta más eso de a palabras necias oídos sordos.

Hay muchas versiones de este cuento y en la mayoría de las que vais a encontrar por la red la liebre no muere, tan solo queda derrotada. El cuento que acabáis de leer ha sido traducido por mi directamente desde uno de los libros de los hermanos Grimm en alemán, y ahí la liebre si que acaba muriendo.

La liebre y el erizo - Der Hase und der Igel, es el cuento número 187 del libro "Cuentos de la infancia y del hogar" escrito por los hermanos Grimm.
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Extraño, ¿verdad? No recordabas el cuento así, la versión que a ti te contaban cuando eras pequeño no se parece mucho a esto que acabas de leer... Pero he aquí, el cuento original escrito por los hermanos Grimm. Y lo mejor de todo es que este no es el único raro, la gran mayoría de las historias que conocemos son diferentes a los originales.

¿Quieres leer los cuentos originales de los hermanos Grimm? Pincha aquí, toma asiento y déjate sorprender.
Un saludo!!



1 comentario:

  1. Felicitaciones por tu trabajo. Muy interesante y atrapante.

    http://hilandorecuerdos.blogspot.com.ar/

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