19 de marzo de 2019

Flexibel wie eine Bahnschwelle


Llevo ya unos cuantos años en Alemania, y hace tiempo que no vivo los llamados “choques culturales”, esos que ocurren cuando vivimos en un lugar con costumbres diferentes. Ahora, esas sorpresas vienen con el idioma. Cada vez que me voy adentrando más en el alemán, descubre cosas más interesantes sobre él.

Pero como uno nunca puede decir nunca, la semana pasada me ocurrió una alemanada nueva, además me pilló completamente por sorpresa, pues yo pensaba que ya estaba hecha a estas cosas.

Os pongo en situación:

Para los que no conozcáis un poco de mi historia, yo soy fisioterapeuta, y trabajo en una clínica donde de vez en cuando tengo que realizar visitas a domicilio.

Trato a uno de los miembros de una familia desde finales del año pasado. Son gente super amable y simpáticos. Nunca he tenido ningún problema con ellos, hasta el miércoles pasado.

Les llevaba avisando desde hacía semanas que el horario iba a cambiar. Que en lugar de llegar a las 8 iba a hacerlo a las 9.

—Perfecto —me dijo la mujer la primera vez que se lo dije—. Así puedo dormir un poco más. Llego muy tarde del trabajo, y tengo que levantarme temprano para tener la casa ordenada para cuando llegue.

Que por mí, ya verás, como si quiere tener las camas sin hacer y los platos sin fregar, está en su casa, pero entiendo que quiera tenerlo todo presentable, a mi también me daría vergüenza tenerlo todo manga por hombro y que alguien viniese a mi casa y fuese testigo de ese caos.

Yo salgo de mi casa siempre a la misma hora para ir al trabajo, y como la visita a domicilio está al lado de la clínica, pues llegaba siempre a las 8 clavadas, o incluso un poco antes. Nunca tuve ninguna queja. Pero cuando esta semana lo hice a las 9…
Sigo empezando a trabajar a las 8, por lo que a las 9 acabo de tratar a un paciente en la clínica y me marcho a la visita a domicilio.

Conversación:

—Llega usted tarde. —Fue el saludo que tuve.

—Ehhh, ¿no? —pregunté sorprendida.

—La hemos estado esperando —me dijo la mujer.

—Bueno, les dije que a partir de hoy iba a venir una hora más tarde.

—Sí, pero esto no puede ser.

Entré en la casa, y…

—Llega tarde —me saludó el marido.

—Ya les dije que vendría una hora después —volví a repetirme.

—Sí, pero no tan tarde.

—¿Pero no me dijeron que les iba bien esta hora? ¿Qué así podían arreglar la casa con más tiempo antes de que llegase? Si quieren vuelvo a cambiarlo a las 8, pero igual tardo unas semanas en modificar mi plan de trabajo.

—Pero es que llega tarde. Dijo que venía a las 9.

—Sí, y son las 9.

—No, es muy tarde —dijo el marido como si hubiesen tenido que esperar durante veinte minutos a cuatro grados bajo cero encima de un charco—. ¿Qué hace ahora antes de venir?

—Bueno… pues… trabajo. He tenido dos pacientes y he salido de la clínica a las 9. Esto es lo que tardo en llegar.

—Pero llega tarde —repitió el marido.

—Esto no puede ser así —dijo la mujer—. No podemos estar esperando tanto tiempo.

Y yo os prometo que no entendía nada. Pues fue en ese momento en el que me di cuenta de que el problema no era que hubiese ido una hora más tarde, como habíamos acordado, sino que había llegado 6 minutos tarde. Clavados, mirados en el reloj de su cocina. Y por sus caras de molestia parecía que llevaban esperando una eternidad y media.

—Pues es lo que tardo en llegar desde la clínica aquí. No puedo interrumpir la sesión del paciente anterior para llegar aquí a las 9:00.

—Entonces, ¿todos los miércoles van a ser así? ¿Vas a llegar a las 9:06? —preguntó el marido.

—No lo sé con exactitud. Salgo de la clínica a las 9, lo que tarde en llegar.

—Entonces las 9:06.

—Lo que tarde en llegar.

—Las 9:06.

Y así se quedó la cosa. El enorme problema, y la bronca apoteósica que me cayó, era por que que había llegado 6 minutos más tarde. Pero si les avisaba de que llegaría a las 9:06, no había ningún problema. Así que, para las siguientes veces tendré que mirar el minutero del reloj antes de llamar al telefonillo, no sea que sean las 9:05:55.


La verdad es que me sorprendió bastante. No soy una persona impuntual. Los que me conocen saben que si quedan conmigo a una hora, Irene va a ser la única que va a estar ahí a su hora. Pero una cosa es eso, y otra cosa es montar un circo con trolls, orcos, rayos y centellas porque has tenido que esperar 6 minutos en el sofá de tu casa. En serio…


Escribiendo esta historia me ha venido a la mente una expresión que dice un compañero de trabajo de mi marido: Flexibel wie eine Bahnschwelle. Algo así como flexible como una traviesa de tren. Que por si no sabéis lo que es, las traviesas de tren son esas piezas de hormigón que se ponen en las vías de los trenes, en medio de ellas, para mantener los carriles siempre a la misma distancia entre sí y para repartir el peso del tren (cientos de toneladas) sobre el suelo. Si no, los carriles acabarían hundidos.

Esta expresión alemana: Flexibel wie eine Bahnschwelle no es demasiado conocida. Se la he preguntado a unos cuantos alemanes y nadie la conocía, de hecho, solo una persona sabía lo que era una “Bahnschwelle”. Pero, por otro lado, ¿cuántos hispanohablantes conocen la palabra “traviesa de tren”?


Hace mucho tiempo escribí otras dos historias que se pondrían meter en este mismo caso, no me tengáis mucho en cuenta la redacción, por favor, son muy viejas y desde aquel entonces ha llovido mucho. Cabezas cuadradas.

No sé si a alguien le habrá pasado alguna situación parecida, pero yo me tenía que desahogar.

________ 

¿Curioso? ¿Interesante? ¿Descabellado? Los alemanes nunca van a dejar de sorprendernos, siempre habrá algo nuevo que descubrir. Si quieres conocer más "alemanadas", esas costumbres de los alemanes que nos resultan curiosas, échale un vistazo a esta página.

¡Un saludo!




10 comentarios:

  1. Me encanta que hayas vuelto. Estuve tentada de preguntarte por Facebook que si ye no escribías el blog. Y precisamente estas son las dosas que más me gustan: tanto las alemanadas como las costumbres típicas de allí

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    1. Buenas, C. Sí... fue un parón muy largo. Espero que las ganas no me abandonen de nuevo. Gracias por comentar y por quedarte por aquí.

      ¡Un saludo!

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  2. Hola! Me alegra ver que te animas a esto de seguir blogueando. Entiendo perfectamente esas fases de desmotivación, a mí me sirven para luego tomármelo con más ganas. En cuanto a lo que cuentas, a mí sí que me pasaron situaciones similares. Supongo que les dirías de primeras que esos 7 minutos no estaban perdidos y que los incluirías en la sesión. Seguro que ahora que les has avisado que llegas 7 minutos más tarde, se vuelven a comportan como siempre. Ya sabes, que los alemanes siempre parecen más enfadados de lo que realmente están. Y el cabreo se les pasa realmente fácil. En mi caso, no e intento día a día intentar cambiarlo!!!

    Un abrazo desde Berlín!
    www.eintagmitpepa.com

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    1. Buenas, Pepa.

      Claro, esos 6 minutos no fueron perdidos, luego me quedé 6 minutos más d elo planeado. Tienes razón en que ahora están como siempre, hoy he vuelto a ir, y ha sido como si nada hubiese pasado. Igual de simpáticos que siempre.

      ¡Un saludo!

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  3. ¡Buenas! ¿En serio? Yo he conocido pocos alemanes que lleguen tarde de forma sistemática. Será cosa del sur xDD
    ¡Un saludo!

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  4. Oye Irene, los alemanes tienen los mismos músculos y los mismos tendones que los españolitos. Anda dime que no... Me encanta tu blog. Lastima que estes tan lejos para poder tratarme un hombro y a la vez hablar alemán....

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    1. Buenas, Juanmena. Tenemos todos los mismos músculos y tendones, por suerte :D
      Me alegro de que te guste el blog.

      Un saludo.

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  5. Siempre que puedo,leo tu Blog,Irene ,y me encanta...y divierte!!Logicamente desde lña distancia,Argentina,hijo de emigrados de Koeln y Berlin,en 1930!!!!La unica vez que estuve en Alemania fue en 1958,y tengo saudades,pero afortunadamente hijos y nietos,van con frecuencia.Ahora justo me trajeron un paquete de Pumpernickel,que saboreo con fruicion!!Te agradezco que continues con tu Blog!!Forza e avanti,como dicen los italianos!!!

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