Deben su nombre al que se considera su fundador, Meroveo, aunque en realidad su abuelo fue el primero de la dinastía.
Cuenta la leyenda que cuando la madre de Meroveo estaba embaraza de su esposo, Clodión, el rey de los francos, se fue al mar a darse un baño. Allí, una criatura marina, a la que su pueblo llamaba quinotauro, pero que muchos dicen que es la versión pagana de Neptuno, volvió a fecundarla, haciendo así que el niño, Meroveo, fuese hijo de dos hombres, lo que le confería un estatus de más importancia, ya que estaba directamente emparentado con un ser divino. Muchos apuntan a este hecho como una similitud con Jesucristo, pues aseguran que los Merovingios eran descendientes directos de él y de María Magdalena.
Pero dejando a un lado las leyendas, Meroveo fue un gran militar y un excelente político. Mantuvo muy buenas relaciones con Roma, y unificó a bastantes pueblos francos bajo su mandato. Suavizó el carácter de su gente, y durante un tiempo, se dedicaron a vivir de manera, más o menos, pacífica.
Con la llegada de los hunos, el imperio Romano les pidió ayuda para defender la frontera, Meroveo aceptó, y gracias a eso, el ejército de los merovingios fue formado en las técnicas de defensa y ataque de Roma y se les proporcionó un armamento muy superior al que anteriormente tenían.
Los merovingios fueron decisivos en la contienda contra los hunos, que se produjo en la actual Châlons-en-Champagne, la llamada batalla de los Campos Cataláunicos. Consiguieron frenar a Atila en su avance por Europa. Aunque Meroveo no llegó a disfrutar de la gratitud que Roma le prometió por su ayuda, pues murió a los pocos años. Childerico I, su hijo, fue el que le sucedió. Resultó ser un rey bastante promiscuo, lo que le trajo graves problemas con los jefes de los otros pueblos, tanto los que estaban bajo su mandato como los que no. Durante unos años tuvo que exiliarse del territorio de los francos, al este del Rin, y cuando regresó, lo hizo con una nueva esposa, Basina, hija del rey de los turingios, y un hijo: Clodoveo.
En los años siguientes, Childerico continuó guiando al pueblo de los francos con firmeza. Aprovechó la flaqueza de Roma para ir ganando poco a poco terreno, pero permitió que los habitantes de los territorios que iba conquistando mantuviesen sus tradiciones y culturas romanas, por lo que en un momento, el reino de los francos fue una mezcla de culturas romano católicas y franco paganas.
A su muerte, su hijo, Clodoveo I, tomó el mando de los francos. Comenzó su reinado con buenas relaciones con todos sus vecinos, tanto con Roma como con el resto de pueblos germanos. Hasta que en el año 486 reunió un poderoso ejército y atacaron Soissons, el último asentamiento de Roma en aquellas tierras.
No se sabe cómo se desarrolló la batalla, pero el general romano Siagrio, que gobernaba en esta zona, fue asesinado, y todos sus territorios, que iban hasta los ríos Somme y Loira, pasaron a formar parte del reino franco. Lo que, a su vez, implicaba la ruptura de los francos con Roma.
Para continuar expandiendo sus fronteras, utilizaron los lazos de sangre que los unía a los germanos del otro lado del Rin. El pacto más importante fue el que hizo con Sigeberto de Renania, que reinaba en la actual Colonia, con lo que el reino de los francos se extendió por una buena parte de la antigua Galia, hasta más allá del río Rin.
Hasta ese momento, los francos eran una mezcla de culturas romana y pagana, sin embargo, la religión católica estaba ganando mucho terreno frente a los antiguos dioses, y hasta la mujer de Clodoveo, Clotilde, profesaba esa religión. Se cuenta que fue gracias a ella que el rey de los francos, con lo que implica el reino entero, se convirtiera al cristianismo.
Según dicen, Clodoveo tenía dos premisas para aceptar al dios de la religión cristiana: que le ayudase a ganar una batalla, y que le mostrase su poder mediante un milagro. Y eso ocurrió en el 496, en la batalla de Tolbiac. Las tropas de Clodoveo y Sigeberto estaban divididas, y el ejército contrario, el de los alamanes, tenía la victoria en la palma de la mano. Sigeberto fue gravemente herido, Clodoveo veía que el final se encontraba cerca, y fue entonces cuando le pidió ayuda al dios cristiano. Se desconocen sus plegarias, pero se presupone que le diría algo como “si de verdad existes, haz que ganemos la batalla”. Y eso fue lo que ocurrió. De alguna forma que nadie se explica, el curso de la batalla cambió, las tropas de los francos acabaron con los alamanes y hasta Sigeberto sobrevivió. O eso dice la leyenda.
Tras esta victoria, el reino franco se hizo con el territorio de los alamanes, que se extendía hasta el Elba, por el este, y más allá del nacimiento del Rín, por el sur. La otra consecuencia fue la conversión de Clodoveo, y todo el reino franco, al cristianismo. Esto tuvo una enorme repercusión en el sur de la Galia, donde los habitantes, que pertenecían al reino visigodo, eran católicos, y comenzaron a ver a Clodoveo como su monarca, y no al rey visigodo, Alarico, que no compartía su religión.
Alarico y Clodoveo se reunieron en Amboise y cerraron una tregua de no agresión mutua. Pero en aquellos años, los pactos de paz no duraban mucho. Se dice que a las pocas horas Clodoveo denunció que unos guardias de Alarico atacaron a un sacerdote católico, y el rey de los francos tomó aquella afrenta como un insulto al propio Dios; y una ofensa de tal magnitud solo se podía limpiar con sangre.
Clodoveo reunió todas las fuerzas de los francos para aplastar a los visigodos, y en el 509 se produjo una sangrienta contienda, la llamada batalla de Vouillé, de la que se cuenta, que el propio Clodoveo acabó con la vida de Alarico. Esta victoria hace que el territorio de los francos se expandiese por casi todo el sur de la Galia atravesando, incluso, los Pirineos.
Con esto, el poder de Clodoveo se incrementó más aún, sin embargo, todavía había una parte del territorio franco que no controlaba él mismo, sino que estaba bajo el mandato de Sigeberto, con el que aún continuaba siendo aliado. Pero Clodoveo no quería seguir compartiendo el poder con nadie, y, de alguna forma, logra convencer al hijo de Sigeberto, Cloderico, para que matase a su padre. Le prometió que cuando lo hiciese, le entregaría todas las tierras de su progenitor y algunas más como agradecimiento, y él, aceptó.
Cloderico contrató a dos asesinos, y cuando estos acabaron con Sigeberto, se reunió con los guardias de Clodoveo para mostrarles la sala en la que guardaban los tesoros. Cuando Cloderico metió las manos en un profundo baúl, para ver cuánto oro había en su interior, los guardias le atraparon los brazos y le mataron.
Su muerte sirvió para que Clodoveo vengase la muerte de Sigeberto, y este se presentó ante el pueblo de su antiguo aliado como el que ajustició al parricida. Esto le hizo ganarse el respeto y la confianza del pueblo de Sigeberto, haciéndose también con estos territorios.
Desde ese momento sus fronteras se extendían desde el sur de los Pirineos, casi por toda la actual Francia, hasta llegar a la mitad de lo que es ahora Alemania, más allá del Rin. Se asentó en París, justo en el medio de su territorio, y bajo su reinado se creó la identidad del pueblo franco, un pueblo que seguía manteniendo las tradiciones romanas, era católico, pero se había desvinculado por completo del Imperio Romano. Muchos dicen que este pueblo fue el que inició la Europa Occidental.
En el año 511, solo cinco años después de haber unificado todo su reino en uno solo, Clodoveo falleció por causas naturales. Se podría pensar que todo se lo dejó a uno de sus hijos, pero en contra de lo que se pueda pensar, después de haberse pasado la vida intentando juntar la mayor cantidad posible de territorios, dejó dicho que, tras su muerte, su reino debía repartirse entre sus cuatro hijos. Esta costumbre de dividir los territorios entre los descendientes fue la que provocó la caída de los merovingios y el resurgimiento de la otra gran dinastía del pueblo franco: los carolingios, con Carlomagno como máximo estandarte. Pero de esto hablaremos en las siguientes entradas.
Mientras tanto en el mundo…
En el año 440 se menciona por última vez la Biblioteca de Alejandría.
En el 455 se funda la ciudad de Chichen Itzá, famosa por ser uno de los principales lugares arqueológicos de la península de Yucatán, en el actual México.
Durante este siglo vivió San Patricio, el monje que cristianizó Irlanda.
PD: Igual a muchos de vosotros los nombres que hemos visto en esta entrada no os suenan de nada, pero a los que vivís en Colonia, si os pongo el nombre en alemán de Clodoveo, Chlodwig, seguro que asentís con la cabeza. Recordemos que Colonia era la capital del reino que gobernaba Sigeberto, y en la actualidad hay bastantes calles y plazas que llevan nombres de esta época, como la propia Chlodwigplatz (plaza de Clodoveo) o la Merowingerstraße (calle de los merovingios).
Espero que la entrada os haya parecido interesante y que hayáis aprendido algo de la historia de Europa. Resumir tantos años en solo tres páginas no da para perderse mucho en los detalles, pero creo que no me he dejado fuera nada importante. Si es así, dejadme un comentario.
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Esto tan solo ha sido una pequeña parte de lo que es la historia de Alemania, aún queda mucho que contar y mucho que aprender. ¿Te vienes con nosotros de viaje al pasado?
¡Un saludo!
Buenas!! Muy Interesante! :)
ResponderEliminarNo conocía mucho sobre la historia merovingia! .. tampoco la curiosa historia del cómo el cristianismo se hizo "religion oficial" despues que Clodoveo haya puesto las dos condiciones que comentas! :o me parece impactante (si la historia es 100%-verídica-nofake-real xD y nada de superstición de la época)! Cómo sucesos de ese calibre pueden cambiar la historia de manera tan radical no solo en una persona, sino en medio continente europeo! Quien sabe! si hubiera perdido en la batalla... como leí una vez... la persona equivocada en el momento equivocado puede cambiar el rumbo de la historia! xD (no se si era así) MUY INTEREDANTE! Gracias!! :D
Buenas, Jorge. Me alegro de que te parezca interesante.
EliminarSí que es curioso lo que los actos de una persona influyen en el mundo. Si no hubiese ganado, igual en Francia y Alemania todavía se venerarían a los dioses paganos...
¡Un saludo!